Edición 210 - La amabilidad de los desconocidos

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La amabilidad de los desconocidos

Quizás hay muchas malas noticias, pero también suceden cosas positivas. Escuchar buenas noticias sobre la generosidad y la amabilidad nos puede hacer sentir bien.

Una buena noticia ha ocurrido recientemente en Barcelona (España). Se trata de una mujer, Beatriz. Ella detuvo su motocicleta en un semáforo en una calle con mucho tráfico para atar los cordones de los zapatos de una mujer mayor que estaba cruzando la calle. La mujer, Núria, llevaba pesadas bolsas de la compra.

Beatriz vio a Núria cruzar la calle. Vio que los cordones de los zapatos de Núria no estaban atados. Le gritó: «¡Señora, los cordones! ¡Se va a tropezar!» Pero Núria no podía parar para atarse los cordones. Beatriz aparcó su motocicleta en la acera y ató los cordones de Núria.

Núria estaba sorprendida y no supo reaccionar para darle las gracias a Beatriz. Tampoco pudo ver la cara de Beatriz, porque llevaba un casco. Beatriz ató los cordones de los zapatos, se subió a la moto y se fue.

Cuando Núria llegó a casa escribió una carta al periódico La Vanguardia para explicar lo que había pasado. Al final de la carta decía que quería dar las gracias a la mujer que la había ayudado. El periódico publicó la carta de Núria unos días después y luego también la repitió en la radio. Por casualidad, Beatriz estaba escuchando la radio ese día. Oyó la historia y se dio cuenta de que estaban hablando de ella.

Se concertó un encuentro entre Núria y Beatriz, y Núria finalmente abrazó a Beatriz y le dio las gracias por haberla ayudado. Fue un final feliz para la historia y también un recordatorio de las cosas importantes de la vida: la bondad y la generosidad.

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La amabilidad de los desconocidos

Tal vez estemos acostumbrados a las malas noticias, historias de cosas negativas, y no oímos mucho sobre las cosas buenas y positivas que suceden.

Por eso, conocer buenas noticias sobre la generosidad y la amabilidad puede hacernos sentir bien. Una noticia de este tipo ha ocurrido recientemente en Barcelona (España). Se trata de una mujer, Beatriz, que detuvo su motocicleta en un semáforo de una calle concurrida para atar los cordones de los zapatos de una mujer mayor que cruzaba la calle.

La mujer, Núria, regresaba a casa con pesadas bolsas de la compra. Cuando Beatriz se detuvo en el semáforo, vio que Núria cruzaba la calle y que tenía los cordones de los zapatos desatados. Inmediatamente pensó en su propia madre en una situación similar. Gritó: «¡Señora, los cordones! ¡Se tropezará!». Se dio cuenta de que Núria no podía atarse los cordones con esas pesadas bolsas. Así que aparcó la moto en la acera y, sin quitarse el casco, se arrodilló y le ató los cordones.

Núria se quedó sorprendida y no tuvo tiempo de dar las gracias a su ayudante. Ni siquiera pudo ver la cara de la mujer. Beatriz ató los cordones con doble nudo y después volvió a subirse a la moto y se fue. Núria se detuvo en la acera. Miró los cordones perfectamente atados. «Hasta ha puesto rectas las lengüetas de los zapatos», se dijo.

Cuando Núria llegó a casa escribió una carta al director del periódico La Vanguardia explicando brevemente lo que había sucedido: terminó la carta diciendo lo mucho que le gustaría dar las gracias a la mujer que la ayudó. El periódico publicó la carta de Núria unos días después, y luego también la repitieron en la radio. Por casualidad, Beatriz estaba escuchando la radio ese día. Oyó la historia y se dio cuenta de que estaban hablando de ella.

Se concertó un encuentro entre Núria y Beatriz, y Núria por fin pudo abrazar a Beatriz y agradecerle su ayuda. Fue un final feliz y también un recordatorio de las cosas importantes de la vida: la bondad y la generosidad.

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La amabilidad de los desconocidos

Quizás estemos tan acostumbrados a las malas noticias, historias de cosas negativas, que perdemos de vista las cosas buenas que suceden y las cosas positivas tan importantes de la vida.

Como resultado, cuando escuchamos buenas noticias sobre la generosidad y la bondad, resulta aún más edificante. Una de esas historias ha ocurrido recientemente en Barcelona (​​España). Se trata de una mujer que detuvo su motocicleta en el semáforo de una calle concurrida para atar los cordones de los zapatos de una mujer mayor que cruzaba la calle con pesadas bolsas de la compra. Las protagonistas de esta historia, Beatriz y Núria, finalmente se encontraron una semana después, en un abrazo que duró mucho más que su primer encuentro fugaz.

Se cruzaron por primera vez una semana antes en un cruce concurrido. Núria regresaba a casa cargada con bolsas de la compra. Cuando Beatriz se detuvo en el semáforo, se dio cuenta de que Núria cruzaba la calle con los cordones desatados. Enseguida pensó en su propia madre en semejante situación y gritó: «¡Señora, los cordones, se va a tropezar!». Entonces se dio cuenta de que a Núria le era imposible atarse los cordones con esas bolsas tan pesadas. Así que aparcó la moto en la acera, la dejó en marcha y, sin quitarse ni el casco, se arrodilló y le ató los cordones.

Núria estaba fascinada, pero no tuvo tiempo de reaccionar y dar las gracias a su ayudante. Ni siquiera pudo ver la cara de la mujer. Beatriz ató los cordones con doble nudo y después volvió a subirse a la moto y se fue. Núria se paró en la acera para contemplar todo, mirando fijamente los cordones perfectamente atados. «Hasta ha enderezado la lengüeta de los zapatos», se dijo.

Cuando Núria llegó a casa quedó tan conmovida por la experiencia que escribió una carta al director del diario La Vanguardia explicando brevemente lo sucedido y la terminó diciendo lo mucho que le gustaría agradecer a la mujer que la había ayudado. La casualidad quiso que esto fuera posible. La carta de Núria se publicó unos días después, una emisora ​​de radio recogió la historia y el deseo de Núria pronto se hizo realidad. Beatriz estaba escuchando la radio ese día, escuchó la historia y se dio cuenta de que el locutor estaba hablando de ella.

A raíz de la petición de Núria, se organizó un encuentro y Núria finalmente pudo abrazar a Beatriz y darle las gracias; un final feliz en todos los sentidos, un pequeño gesto de consideración y generosidad para recordarnos las cosas importantes de la vida.

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